Todo viajero que llega hasta aquí se hace siempre la misma pregunta. Las guías que acompañan a los visitantes a las ciudades más monumentales de España tienen preparado desde hace años una respuesta a ese insistente interrogante. De cara al valle del Guadalquivir, entre lomas de olivos y serrezuelas que se encrespan hasta la cordillera montañosa de Mágina, los guías: "Ante ustedes los famosos cerros" . No está claro que sean esos. Pero a estas alturas de la visita es contraproducente contrariarles.
El origen de esta frase sigue siendo estar claro, aunque todo apunta a que está concebido en tiempos de la conquista cristiana. De modo similar, esta expresión popular es el origen de una de las leyendas más bellas de tantas pululanas por el norte de Andalucía.
Cuentan las crónicas que el rey español Alfonso VIII, vencedor en la batalla de las Navas de Tolosa, quiso volver a plantar cara a los almohades en la vecina ciudad de Úbeda. Para ello mandó a Alvar Fáñez, su más valeroso caudillo, que se destacó con su mesada a los alrededores de la entonces ciudad andalusí. Cierta tarde que el apósito gerifalte entretenía sus tediosas horas a la espera en una batalla encontrada en un arroyuelo a una bella princesa árabe . Al poco tiempo ambos quedaron hechizados por el amor, hasta el punto de que la hermosa joven lo citó al día siguiente para dar la oportunidad de suelta a sus más encendidos deseos.
La mala fortuna quiso que aquella noche Alvar Fáñez recibió la orden de entrar en combate. Dividido entre la decisión dictada por su rey y el deseo de estar con su amante decidido a fin de sucumbir a las tentaciones de la princesa que se esperaba en una comunidad cercana a la ciudad.
La historia recuerda que fue dura la batalla, más fueron los cristianos los vencedores de ese ambiente. A pesadillo de haberla ganado, el rey Alfonso VIII estaba enfurecido al no ver su propio caudillo en el fragor de la contienda. Una vez que entró en la ciudad el monarca lo llamó a su presencia y con un tono malhumorado, se había hecho la noche pasada. Alvar Fáñez, embebido aún por tanta caricia recibida, dijo al fin: "Por esos cerros de Úbeda, mi señor, por esos cerros ...".
De Alvar Fáñez y de su bella princesa nada más se volvió a saber. Pero, las palabras del soldado quedaron ancladas en el imaginario popular como sinónimo de despiste, de distracción o extravío. No soy extravío, en todo caso, lo que el viajero sienta al entrar en Úbeda en busca de sus leyendas y sus monumentos. Úbeda es junto a su hermana y vecina Baeza ciudades Patrimonio de la Humanidad y dueñas de uno de los más esclarecedores patrimonios renacentistas de España. El escritor Antonio Muñoz Molina, que nació en el barrio de San Lorenzo, llevó a cabo su novela "El jinete polaco", muchas de las leyendas que a modo de romances medievales inundan la literatura oral de esta ciudad. Bien, con este libro bajo el brazo, con el solo fin del instinto de un viajero vagabundo y despistado, Úbeda acabará enamorando a todos cuanto pisen. En realidad los cerros quedan para todos los lados , pero son más bellos desde la Redonda de Miradores, que es un dulce y espigado, que se encuentra a la altura de la ciudad monumental, un centenario de metros de la plaza Vázquez de Molina, Resumen Español estético e histórico de la ciudad patrimonial. En esta plaza, conocida popularmente como Santa María, se citan algunos de los edificios más sublimes del arte renacentistal. En ella se alza la Sacra Capilla de El Salvador del Mundo, que se construyó Francisco de los Cobos, secretario del Estado del Emperador Carlos V. Las obras fueron lideradas por el arquitecto Andrés de Vandelvira, responsable de los más importantes monumentos de la ciudad. Bajo su firma se construyó el palacio del Deán Ortega, situada al lado del mausoleo y convertido hoy en parador de turismo.
La plaza Vázquez de Molina, conocida por todos como plaza de Santa María, es una de las más bellas de Europa. No es una exageración. En pocos lugares se cita así belleza y proporción. Las calles que suben hacia el norte conducen hacia la plaza del Mercado donde está la iglesia de San Pablo y no está lejos de aquí el convento carmelita que vio morir al santo y el poeta místico Juan de la Cruz . Hay otras iglesias y palacios repartidos por la ciudad, como el Palacio de las Cadenas al lado de la iglesia de San Lorenzo o el Hospital de Santiago, uno de los patrocinadores del obispo De los Cobos, convertido hoy en centro cultural y escénico.
- MANUEL MATEO PÉREZ